La labor de dirigir una empresa u organización no es tarea sencilla. Hace unas décadas se pensaba que el conocimiento y una especial habilidad para desenvolverse en el mercado eran suficientes para tomar las riendas de un negocio. Actualmente, se requiere mucho más que preparación para llevar a una compañía a lo más alto. Ciertas cualidades personales, como la empatía, implicación, comprensión, tolerancia, positividad, confianza, seguridad o proactividad juegan un papel esencial en lo que al éxito empresarial se refiere. Innatas o adquiridas, deben concurrir en todo aquél que ocupe un cargo de responsabilidad.


Y esto es lo que se espera a día de hoy de un directivo que tiene que actuar en un mercado altamente competitivo, globalizado, volátil y sometido a una constante innovación tecnológica. Por eso, no todos los que se consideran buenos líderes realmente lo son. Sobra decir que la formación, las técnicas de gestión y administración y un profundo conocimiento acerca del negocio y sector en el que se opera son también fundamentales para desarrollar esta delicada labor con total eficacia.

Recientes estudios han elaborado un listado con las habilidades directivas ideales. Si bien es cierto que éstas van cambiando y evolucionando con el tiempo, deben impregnar y guiar toda dirección empresarial, con independencia del tamaño y actividad de la compañía.

Autoconocimiento: todo líder debe conocerse a sí mismo: rasgos característicos de su personalidad, fortalezas y debilidades. Debe conocer la forma en que se relaciona con los demás y con el mundo que le rodea y debe tener claros sus objetivos vitales. Sólo así conseguirá guiar a la empresa hacia la meta final sin perder el rumbo.

Visión global y pensamiento estratégico: antes de iniciar cualquier tipo de actividad, es fundamental tener fijados los objetivos empresariales y definidas las estrategias para su consecución. La planificación es imprescindible para descartar cualquier tipo de imprevisto. Asimismo, el director debe poseer una visión global de la empresa en su conjunto, integrando tanto las relaciones internas como las externas.

Gestión del talento: en la selección del equipo de trabajo está la clave del éxito. Es éste quien con su trabajo posibilita en buena medida, la superación de todas las metas empresariales. Todo buen líder debe estar específicamente formado en materia de selección y contratación de personal. Debe saber detectar y potenciar el talento y fomentar el crecimiento personal y profesional. La cercanía, comprensión y tolerancia son esenciales para mantener intacta la motivación.

Dirección de equipos: el directivo ha de tener presente en todo momento que el personal constituye uno de sus activos más relevantes, por lo que debe concederle toda la importancia y atención que merece. Una vez seleccionados los empleados, debe formar equipos de trabajo coordinados, organizados y dinámicos; integrados por personas con distintos roles y caracteres para obtener de ellos el máximo rendimiento y productividad. Dentro de esta habilidad se encuentra también la de delegar tareas y responsabilidad.

Comunicación y capacidad de negociación: la comunicación es una cualidad inherente a todo buen líder. Debe saber comunicar de forma clara y precisa los objetivos de la compañía y la estrategia a seguir; y transmitir seguridad, confianza y motivación. La capacidad para negociar es imprescindible para conseguir las mejores condiciones en los acuerdos alcanzados.

Control y supervisión: tan importante es diseñar una estrategia como evaluar y medir sus resultados. Sólo aplicando las métricas adecuadas se podrá analizar la efectividad de las acciones puestas en marcha y la necesidad de implementar o no nuevas mejoras.

Inteligencia emocional: hace referencia a la capacidad de autocontrol, automotivación y gestión de las emociones propias y ajenas. Poder reconocer y expresar sentimientos y emociones hace que la gestión sea mucho más próspera y eficaz, sin olvidar que esta aptitud también permite ganar empatía.

Resolución de problemas y toma de decisiones: hacer frente a las dificultades y decidir entre distintas alternativas forman parte del día a día de toda gestión empresarial. La capacidad de sobreponerse y mantener el optimismo a pesar de las adversidades es fundamental para subsistir y ser competitivos en el mercado. Lo ideal es afrontar los retos y desafíos como si de una nueva oportunidad se tratara.

Adaptación al cambio: el entorno cambiante y dinámico en el que las empresas desarrollan su actividad exige la adopción de una estrategia empresarial flexible, susceptible de ser alterada en cualquier momento, sin que por ello se vea afectada la estabilidad de la organización. Un buen líder debe saber adaptarse a cualquier cambio relacionado con sus trabajadores, modelo organizacional, relación con proveedores y distribuidores, innovaciones tecnológicas, etc.

Asertividad: un líder no sólo debe saber escuchar y ponerse en el lugar de los demás, sino que también debe hacerse respetar y saber decir NO cuando sea oportuno. La asertividad es la capacidad de defender una postura y expresar una opinión respetando siempre los derechos de los demás.

Ahora tienes la oportunidad de fomentar todas estas habilidades y cualidades gracias a nuestra gran variedad de Cursos en esta materia. Conocerás qué estilo de liderazgo es el más conveniente según tu personalidad. Ten en cuenta que si éstas no se dan en mayor o menor medida, la buena marcha del negocio se resentirá. Dirigir una empresa requiere tacto, sensibilidad y firmeza. De su combinación en el grado exacto está la clave del éxito.

Fuentes: Randstad, Blog EOI, Friendly Business y Gestiopolis

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